La puerta.
Camina todo por parejo rumbo,
misma estela en apariencia nueva.
El golpe en la tierra,
el surco que abren humanos seres y bestias,
esa brillante ilusión de antes del relámpago,
la idea de que algo sucederá pese a todo
en ese postrer soplo.
El albo limbo de cerrar los ojos
y creer,
como quién arroja piedras en un estanque
y espera,
y aguarda ver aparecer
el níveo hábito de las sirenas
que alumbrará el sentido y la razón
a este ovillo por siempre deshilvanado.
Lo aseveraron firmes augurios.
Solo prevalece el final y,
a estas alturas,
resulta prescindible nombrarlo.

