TARÓ
Atrapado en libélulas celestes
oigo la voz de mi madre
suplicar al horizonte no devore la carne,
mientras mis gestos masculinos
me estrangulan la garganta
como estatua que se levanta de sus cimientos,
y no entiendo por qué
las torres de arena desaparecen
cuando la ola rompe su voz
contra el silencio,
si ya no tengo nada que perder
al ver volar las cinco llagas
en la casa de los espejos.
Pintura: Remedios Varo-Insomnio, 1947.