Otra vida
«Tal vez debo a Erasmo de Rotterdam mi pasión por los pensamientos no comunes y el convencimiento profundo de que los hombres son canallas cuando no imbéciles»
Giovanni Papini
Me fue dado el paso quedo,
ese discurrir entre voluntades y almarios,
las tardes donde las voces,
taimadas a veces, susurradas sobre el mármol
de una mesa en la regia cafetería,
o ensambladas a los pies de la cama
discernían sobre posibles lances,
leyendas oídas a los abuelos
y nuevas fábulas por nosotros creadas.
Otra puerta era,
abierta mostraba un horizonte
desconocido de personales geografías.
El atlas del reflejo de tu cuerpo
sobre papel antiguo y radiante,
pictogramas de seres monstruosos
dibujados torpemente
en los márgenes del rústico pliego,
a tus miedos iguales, idénticos a los temores
del que embarca hacia lo inédito
y tan solo le asiste en el malecón un beso,
en el cuello tira de cuero con amuleto engarzado:
aro de plata para la suerte,
para el resto, aro dorado.

