Adiáfora.
La espiral del cuerpo,
ese mirar por la ventana desde el lecho
y comprobar como todo continúa
elaborando una metáfora asequible,
azul de cielo, embebido crujir
de vocingleras golondrinas,
o las vegetales cimas
de abetos y cipreses.
Resulta posible que los ojos,
aquellos cuyo vidrio
el paso de las estaciones partiera,
se extasiaran sin saber el por qué
con tanto encendido aroma,
tanta sutil melodía
y no cuestionara el paso de la nube,
el lejano cántico de voces infantiles,
o el despiadado tañer del chiflo
de afilador invitando a Hipnos
a embelesar la tarde
entre balancines y volátiles sedas.
Más todo sique aquí, igual,
expuesto a la avaricia de mantis
y al impulso de ser una pitia
conocedora de la única
misteriosa verdad viable:
Nada importa, del cuerpo la espiral,
del cielo el azul todo
y vergeles cimas de cipreses y abetos.


Poema enmarcado con trazos de un holandés con sello propio, buen dan, yo visité el van Gogh museum un Amsterdam y me encantó…
Saludos María.
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Tamdem. Quería decir.
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