Ataraxia.
Discurre la gota
de la boca de cobre
al piélago contenido en arcilla
y es el patio un lugar a salvo
de la voz, un recóndito escenario
desconocido y oculto
al devenir de los estridentes zapatos.
El bisturí canoro de un jilguero,
vuelo entre alambres malbaratado,
hace nacer una selva concupiscente
de metálicas lianas
entre bragas y blancos sudarios:
de a diario sábanas,
sábanas del abatido amor humano.
El jazmín sufre el lamento
que prende la lejía sobre
diminutos estuarios
y florece en aterrada fragancia
cuando germinan en negro lienzo los astros.
Allí prosiguen preservados los sueños
mientras permanezca ese niño jugando.

