Falso dulzor antiguo.
Desde atrás, polizón
de una canción vieja,
regresa el deleite dulce,
estercolero del desamor primero
donde revolcaba doncel feliz.
Cuanto cadáver mustio y bello
de machadiano romancero
del latón altoparlante cautivo
y enhebrado en el pick-up.
«Hoy daría yo la vida…»
Con su grumo el tiempo,
las ojeras, esos terribles
olvidos por cotidianos,
a nadie sientan a la mesa
ni troca dolor en dulce
impúber placer.
Devastada el alma, descreída,
vaciada en lunes
y libertarias quimeras,
piedra adulta, muerta
ni pálpito al romper abriga.
«Hoy daría yo la vida…
…por volverte a ver».
(Hoy daría yo la vida,
autor Rodolfo Aicardi).

