Excusas.
En silencio admiras ese gusto,
la inclinación por el sonido limpio y preciso,
el arpegio perfecto, el coral acorde atronado.
Con el volumen y la forma te extasías,
metal ayer candente dulcemente golpeado
creando arquitecturas en lisonjero espacio.
Te postras ante lo inane cruelmente modelado,
frío magma torso hecho de esencia volcánica
o atribulada madera en divinidad pontificando.
Renegar no puedes del humilde y ruin barro,
en su lascivo cuerpo por siempre impresos,
tu mano, la huella del hermano, mi costado.
Gozas la terrosa presencia de la textura
de cientos de pigmentos hábilmente ordenados,
brillos confabulando sombras, colores en el cielo
alumbrando soles, y aéreos fingidos pájaros.
Te consuelas repitiendo, mil veces macerando:
—Todo ello la podredumbre justifica
de ser el desconsolado mono vestido,
el simio al que llaman humano.