XIX. Inevitable Equipaje.
Cuando te invoco
y surges de este interior cinematógrafo
accionado en mí cabeza,
dispersos desde anaqueles,
o de las baldas y estantes que conforman
el personal bestiario del recuerdo,
acuden enlazados en sutil urdimbre,
del palangre de la memoria prendidos,
pedazos, segmentos, a tu presencia amarrados.
Ignoro las causas, los motivos de esos anudados
enlaces que junto a ti llegan irremediables,
completándote, ultimando la definición
alguna vez poseída más allá del verbo
y sus traicioneros por baldíos significados.
Así regresas cuando te exhorto
escoltada de lazos y cometas,
junto a un sólido oleaje de bígaros y caracolas.
Enredada traes la ferviente arena de mercurial playa,
voladores columpios en relegados jardines
y diábolos de céfiro eclipsando sediciosos soles.
Azul nombro…
y es la tarde frente a una balaustrada añicos hecha,
lisonjas y palmeras en bicicleta, toalla de plenilunio,
tibia marejada de terral alborotando la cabeza
y el sacrosanto, tez con ojeras, verdial de la pereza.

