Tedio.
Aquellas tardes de tedio,
el sol componía en las paredes,
(brisa niña vuelve)
un guiñol de leves cortinas
y absurdos escenarios.
Imponía su dogma la imaginación,
mortal aburrimiento de vísperas de verano.
Afuera el sonido escalaba
las amarillas paredes del cuarto,
lienzos sobre la mesa ahuecando ventanas
donde imperaba hermetismo plano,
sortilegio de pincel y tubos plateados.
Tedio, atroz tedio empujando,
sobre el dromedario de tus dedos,
índice y anular jorobados,
transitabas resoluto del oasis del vientre
a la duna del labio.
Y mi boca se bebía
un palmeral de dátil enervado.
Cual vasija etrusca me tomabas,
yo soñaba ser jofaina,
de cinc cazuela, burda y simple palangana.