Retorno.
Regresas, siempre,
sabedor de una preconizada alba.
En el semblante adivino, en la ceja alicortada,
el grumo que en tus bolsillos dejan almanaques,
lisonjeras manos y el sudor de otros trocado en
carnaza. Este nuestro tiempo. Aguanta.
El agua borrará por tus hombros, armiño
de corteza y hojarasca, el fango atesorado
por las liendres, las oficinas, de la rueda el girar,
la inquietud terca de dormidas crisálidas.
Abrirás desnudo, en cruz,
los postigos de la balconada
y el torso adelantarás sobre las tejas.
Los gatos sabrán de tu llegada.
Brisa que boga sobre el puerto
alborota en salitre la garganta,
te unge las manos en justa mezcolanza.
A los pies de esta torre
el mundo delira y canta,
melodía reiterada, voz
canora de ciega urraca.
Al final retornas siempre a estas calles,
aceras merodeando la vera de la cama.