Tomando las Calles.
Se posaron las aves
sobre estáticos hilos
buscando salvo reposo
porque en las alamedas
en vilo se izan
duras frases como esferas,
coloristas estandartes arbolados.
Ayeres rumias de similar factura,
parece un repetido calco,
papel carbón, «vietnamita»
del setenta en verbo silabando.
Y el hoy, confuso desencanto
de turbias barricadas
por redes proclamadas.
Fibra y desamparo.
Tus labios que nada esperan,
partida nariz en cuarzo,
la kufiya ajustas en la nuca,
hueco donde me pierdo
de otras tardes alejado.
Lejano remanso.
Y gritas un aria justo,
un ultraje desgranado.
Todo borroso y enfangado,
arriba lo que el vientre arrastra,
abajo profundo vuelo,
ambiguo tiempo, muy abajo.
Tu mano, libre de culpa,
lanza la piedra primera
y la jauría de los dioses
de sangre siembran los semáforos.
Un negro canta en el terrado:
“Por ti las calles se hacen ríos
y las plazas océanos colosales”.