Tú, todos los gatos, el gato.
Aúlla en la noche un perro solo,
y es ese eco único de metal punzante
todos
y a la vez cada uno
de los ladridos
lanzados todas las noches idas y por llegar
que alguna vez gimieron
todos los tristes perros de hojalata.
En la tarde miro y algunos ven mi rostro,
y os mira el universo entero mientras
me contempla una infinitud de iris
y parpadeos en un ámbito de incierto ocaso.
Si os amaron, también amé,
y la pasión socavará una madriguera
idéntica,
repetida un sinfín de veces.
Horadado amable cubil en el costado.
Odiaste y por ende odiamos.
Mi paso de hoy son los pasos dados y por dar,
caigo,
y el orbe entero vacila,
se levanta,
y hay un solo dolor,
coreado,
una misma alegría,
refrendada,
en toda risa venida y todo esperado llanto.
No poseen único nombre seres y cosas,
de forma concreta y aspecto preciso carecen,
cada brillo redunda en miríadas de fulgores,
somos todos en la sombra
y para la senda,
al llegar semejante amanecer,
con uno por todos andando basta.