VI. El Árbol.
Marchitas las hojas del árbol,
amarillo inventario sobre la paciente tierra,
aquel que un día elegimos entre otros
ofrece hoy sus envenenadas delicias.
Melaza y agria esperanza señalando
un infinito camino sin destino ni retorno.
Del mañana en la rueca girando,
esa que a lugar alguno conduce,
salvos y satisfechos en desatinado laberinto
malvivimos por siempre vagando y ausentes.
Por nosotros agraviada la heredad entera,
sucia la primigenia inocencia olvidada,
verdor oscuro de jardín mancillado
fruto que ni sacia ni alimenta entregas,
cuando solo la razón alumbra y ampara,
esa lógica y sensata mentira
por el orbe entero encumbrada y sostenida.
Solo el árbol primero en pie se mantiene
y un lamento de salvos edenes lejanos
muta su horadada corteza mil veces y una,
sólo el primer árbol queda, angostado,
y la bífida presencia por siempre amiga.
