Brindis al Sol.
La noche levanta torres
y cristal esparce en los jardines del agua.
El sueño invitaba a seguir un rastro
de brillantes espejos y fogatas,
y el betún de las aceras a cada tanto obligaba
a echar en suerte el crujir del viento,
insistente cantor de prosa en las ventanas.
Y elegimos sin dudar
el rendido rumbo que parte en dos el alba.
No tenías nombre entonces,
ni respondía mi voz cuando me llamabas.
Renunciaste pronto a alcanzar el cielo,
blanco altozano donde entre risas subiste
y al enhebrar la negra luz
la pez de tus recuerdos,
en lisonjeras volandas te bajaron.
Enredados quedamos sobre una tierra
de consentido espanto y magia domeñada.
Difícil resulta deslizarse de tu boca
al herido despertar de la mañana.