III. Al Final Noviembre.
Noviembre trajo ese olor
a hule pringoso y el infame decreto
que a todas las cigarras expulsa
de la recién coronada hojarasca
y sus aéreos andamiajes.
Después toca desmadejar el señuelo,
ese místico ovillo de cabellos pespunteado,
semillas de aceituna, inútiles advertencias
y desnudo pellejo exaltado.
Aún así nos permitimos
seguir malgastando algunas jornadas más,
ese perdido deambular por las calles del centro,
o el vano intento de sentir como nuestros
ese desbarajuste de lechos prestados
y pedigüeños cobertores.
Al final, inevitable y aceptado,
el oráculo de las veletas auguró
distinto rumbo.
—Una de cal… —Decías.
—Otra de arena. —Te contestaba.
Oí que se perdieron tus pasos
olisqueando el límite, la final línea
donde agoniza el continente,
dijeron Lisboa. No te conocen.
Maravillosa entrada. Me encanta tu escritura 🙂
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Gracias de corazón.
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Me parece que la manera en que describes la imagen es perfecta.
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Muchas gracias. ¡Adivinanza¡: Estoy viva.
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