Sublime Hemisferio.
Con palabras inventadas soñábamos,
esas para nombrar aquello que aún no existe
y vela en merecer deseoso un pagano bautismo.
Así tu libreta, esa sinrazón de la celulosa,
se fue transformando en un hermoso bestiario,
la arcana glosa de una patria pródiga en verdura
y de bellos animales extraordinarios.
Tú y yo, en la insumisa hora del letargo
hábilmente transformados en insólitos peregrinos
por una imposible orografía, mano a mano, errando.
Entonces en lino suspiraba la tarde, aliento
de obcecada madriguera, cueva de herbolario,
sobre la almohada dejaste el ámbar dulce
de un cuaderno roto en el roto crisol del labio.
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Regreso hoy a las romas colinas
donde el “ñándil” sobre la piedra canta,
manadas de “albertoldos” pastan silentes
mientras burbujea la algazara histriónica
del menudo y tímido “mascarano”.
Sola en este nunca nombrado mundo
el fugaz recuerdo arrastro de un loco geógrafo,
de esa “geoagonía” presa en vergeles transito,
por báculo una rama y el ensueño por testigo.