47. Dieciséis Años.
Era un venturoso molinillo
entre ansias y locas ventoleras.
El mundo viajaba en volandas
y bajo tierra los segundos
musitaban hondas plegarias
al oído de mustios maquinistas
y ruegos eléctricos al corazón
de los cambios de aguja.
Vuela vagón, eufórica vuela.
Caleidoscópica vida, luces
y rebaños, en los degolladeros
del beso cimenta el amanecer
futuras tardes de cadalsos.
Allí quedamos, la calle primera
de aquel olvidado barrio,
y esa perdurable pendencia
entre tus cabellos y ese horror vacuo
que palpita siempre en mis manos.
Sobre la almohada de entonces
escritos quedaron todos los actos,
de ahí esa querencia al suburbio,
a los altivos amoríos de extrarradio.

Imagen superior: Irene Caumel.
Maravillosos versos
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Gracias, maestro.
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Imágenes que invitan a soñar. Belleza inaprensible, Ícaro. Alta costura, felicidades.
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Muchas gracias por tu comentario. Me dejas sin palabras.
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