37. Tiempo.
Todo estaba previsto.
Este páramo y los ocultos vergeles,
alta la nube, el azul reflejando
esteros y salinas. La luz y sus precisas
sombras, el río, la dorada playa
de efímeros pobladores. La noche
de blanco encaje derramado
sobre negro firmamento. Soles, distantes.
Y esa malsana costumbre, a pesar de todo,
de seguir paso a paso pensando.
Todo presente.
El puerto en miel embalsamado,
la gaviota como sonora exclamación
de asombro, sucediendo lo mínimo
en un aleluya mudo y constante.
Asombro de mirar y ver,
del sonido y su metáfora fascinación.
Imposible imaginar un reloj
tan preciso y ecuánime. Lapso, lejano.
Entonces pensamos en el tiempo,
y es el tiempo, implacable,
el que comienza a pensarnos.

Muy bueno
Me gustaMe gusta