Ángeles de Otoño.
Llueve, solo la voz ajada
de Amy cobija la tarde mientras,
convencido del valor de la palabra,
exhortas a la Muerte para que deje
de amar a los más bellos arcángeles.
Y recitas nombres, Janis, Hendrix,
afuera el cielo indiferente
dibuja sobre el cristal efímeros
ríos pasajeros como lágrimas.
Recuerdas a Kurt, Morrison
y en un arranque de orgullo nativo
reivindicas a Ritchie y le otorgas
las alas que La Niña Blanca le impuso
entre efímeros vítores y locos aeroplanos.
“Ay, arriba, arriba,
por ti seré…“.
Llueve, el vinilo hace presente
un tiempo lejano por ti no vivido
y el repiqueteo que la aguja
arranca al plástico inventa una falsa
hoguera, una fogata a salvo
de la mansa lluvia justificada
en otoños y sábanas madrigueras.
“Life happens.
There is no point in being
upset or down about things
we can´t control or change“.
El aguacero pasa y no,
no tiene sentido enojarnos o maldecir,
esa agua ahoga, fecunda las huertas
y resulta la excusa perfecta
para injuriar y amarnos hasta el hartazgo,
quitar el polvo a los viejos discos,
beber anís y comer castañas.
¡Genial!
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