Nerea Atutxa
09-03-2018 (a la manera americana, el mes primero)
Intercambios de carril.
Llamaradas que atentan en la Highway.
Una carretera de linchamientos y griterío.
La 51 que une la ciudad con la bahía donde las sirenas esperan su turno.
Un colapso marcado en el parachoques y aceras de fuego como barrera.
Andar no está permitido en la ciudad del motor.
Pero está lloviendo y eso permite circular.
Pozos de lluvia saltan danzantes al roce del neumático.
Las tormentas llegan cada tarde en forma de nubarrones grises.
No las detiene ni el viento del golfo ni los pensamientos atascados en los limpiaparabrisas.
Conexiones en forma de puente con múltiples salidas recreadas en el asfalto.
Grietas que arañan las señales dirigidas a un mismo One Way.
Salir puede ser fácil, hacia el South por la 35E, left lane, exit only.
A todos los lados, siembras de maíz saludan al pasajero.
Seres de ramas verdes haciendo autoestop y la taquería de la esquina donde un tal “Don Julio” creó su negocio.
Huele a sur y el viento sopla desde la derecha.
Aun así, llueve.
Hasta la lluvia tiene su encanto pero no se porque tendemos a relacionarla con tristeza y añoranza.
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