Propina.
No presentí tu llegada,
acharolada la calle mostraba reflejos
de azules reclamos,
un grupo de asiáticos se fumaban
la voluntad junto a la calleja del restaurante
y el vodka escribía trazos aún indescifrables,
páginas anticipando el misterio
que el alba subrayaría.
No pude intuir la venida,
el retorno de las bicicletas
y su cadencia de molinillo. Lo desmentía
el aroma del café impreso en las farolas
añorando ese compartido hogar
amueblado con mesas de aluminio
y los desconocidos que participan
del terror esencial de los lunes indistintos.
Junto a la parada del bus pasaste,
arrastrabas un equipaje parcheado de ayer,
nombre de ciudades míticas y códigos
de barra de aeropuertos impronunciables
adheridos a la maleta y el pelo.
Le hablabas al suelo, al charco pútrido
donde se refleja el cielo,
ese que desde arriba mira y, no comprende,
cómo pudimos llegar a ser tan imbéciles.
Muy bueno
Me gustaMe gusta
Muy agradecida.
Me gustaLe gusta a 1 persona