Muerte Anónima.
Venid,
pasad y sentaos a mi mesa.
Como ayer
el cadáver sin objeto yace,
oscuro,
radiante sin luz en las puertas.
No está concluso,
es de cárceles un continente,
tal vez un roce en la acera inevitable.
De fuego,
el latir de la vida hastiado
devanea
su corteza inmutable y seca.
Venid,
que la visión de la gratuita muerte,
la que acontece como un diario placebo
no os atormente,
dolor anónimo,
ese que dibujan los cristales de colores.