PRÍNCIPE MENDIGO A Olga He aprendido a mirar la abisal huella marina, y en la negritud de pulcro brillo eterna advierto una extraña luz. Mi sangre malagueña me invita a que me sumerja, mi alma castellana grita: ¡vuelve a la tierra! Destellos, sí, destellos que me seducen a caminar, bajo el cielo de la inocencia ambivalencia, deconstrucción de mis más primitivos temores. Corazón tibio, jinete eterno que viaja por colinas etéreas buscando la huella del peregrino. Luz y viaje electro es el paisaje de sus colores, autoproclamado Príncipe Mendigo, será mi nombre en tus recuerdos que ya es olvido. Aunque admito: me auto impago el sufrimiento, sin redimirme en el pensamiento, siento el peso cristiano de alma íbera. Pero no me condenes aun… atea. Añade a la condena de la imposición, en la razón, conciencia marxista en la visión. Todos nos entregamos a falsos ídolos y el mío, ¡eras tú!. He aprendido a mirar la profunda mar, viaje, aunque placentero y nuevo, es muy jodido recorrerlo sin ti. Madrid, XII/2017 Fotografía: Siân Davey