Púlsar
Me jode,
y me sorprende,
que la gente
se haga la sorprendida.
Cortinas de humo,
en el mundo posmoderno
de lo políticamente correcto,
Homo homini lupus.
Nunca voy a olvidar, ni dejar de sentir, tu descontento
permanente. Sé que nunca se irá de mí. Papá, intentaste
hacerme ver, que el mundo era cruento y desagradable, ahora
he de partir. Supongo, que tus miedos más profundos eran
una forma de advertir, que no hay rumbo. O directamente, no
supiste ser feliz en un mundo hermoso.
Un beso, de tu ya no tan pequeña Judith…
Tomó, su lanza Judith,
su abuela, que en paz descanse,
le dejó en el arcón,
su coraza de dientes de jabalí,
grebas, escudo y casco,
así podrá arrancar la cabeza
del último jerarca de Wall Street.
Y recordó:
Sólo las caras con miedo
alimentan a la bestia.
Sabía que su malestar no era por motivo de enfado, si no que
el mundo giraba, y estaba en un punto, digamos, alejado.
Un tempo que, la sociología entenderá décadas más tarde, pero,
él ahora era lo más preciado para Judith y, su tempo no lo dominará
el vaivén de la historia.
Entre muchedumbre eufórica, vio correr, al último patriarca de Roma…
Eliminando, los ismo,
dejando de lado,
su místico apocalíptico.
Vociferando para sus adentros
somos prejuicios
que transformamos
en juicios, en tan sólo
ciento cuarenta caracteres.
Cubos de ego vacío
si nos engañan
los sentidos, la fuente
de seguridad será la Razón.
Y, al cuarto día, separaremos
la luz de la oscuridad,
me temo que Diós
ya no ilumina con
la misma intensidad.
Sol iluminada, ambos fundieron un beso en el ágora ibérica.
La última morada del pueblo, el reloj marca la hora y,
nosotros seremos testigos de nuestros deseos más profundos.
Eligieron el camino más duro, el camino de la libertad.
Salomé sujetó la cabeza de Juán, el último alacrán de Israel,
Judith en el púlpito dejó llevarse por la fe:
No nos dejemos de escuchar, tú voz es bálsamo para mi
mente, seremos uno sólo sin dejar nuestra inocencia atrás.
La semilla es la Razón, en el campo de la libertad.
Si tienes algo
que decir, ¡dílo!
si no,
acepta el camino
preestablecido.
Soy la colgada
de las mil caras
pero no imbécil,
ante el mundo,
me pondré la boina
del Che Guevara.
Madrid
XI/2017
Gustav Klimt. Judith I. Óleo sobre tela de 84 x 42 cm. 1901
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